jueves, 14 de agosto de 2014

Capítulo I

a Luci

El hombre del cubo mágico

Imaginemos un cuadrado blanco, un marco. Imaginemos como de a poco se empieza a llenar, a completar. Líneas, colores, diferentes trazos. De a poco esos garabatos abstracto-geométricos empiezan a tomar forma concreta. Supongamos, una gran casona antigua, alta, venida a menos, de fachada sucia, paredes negras, ventanas enclenques, y curtidas por el sol y la lluvia. Imaginemos algo así como una cerca, supongamos una reja y un cartel que sentencia: “Prohibido pasar”. Alrededor hay árboles, arbustos, plantaciones exóticas. Imaginemos ahora que esta casa se emplaza en un barrio caro y exclusivo de alguna ciudad que no se llega a reconocer. En la punta de la casona, arriba, hay una habitación, un altillo, y la ventana con las persianas abiertas deja ver una luz encendida, tenue, amarilla, casi cálida.

Imaginemos algo así como cuando nos movemos en ciertos sueños, algo que no llega a lo que sería la acción de flotar pero que, claramente, tampoco es usar las piernas. Logramos ingresar por la puerta de la habitación. Amplia, lujosa, algo varada en el tiempo, está a oscuras salvo por la ya mencionada frágil luz encendida. Se logra ver que tal vez funcione como estudio, como oficina. Hay una biblioteca, más bien parece una biblioteca personal, acotada, de libros únicos o primeras ediciones. Pero eso es una conjetura nuestra, realmente es imposible saber. Al ambiente lo completa la cabeza de un tigre de bengala embalsamada, colgada de la pared, amenazante, más aún por la sombra larga que proyecta sobre la alfombra persa en el suelo. Se descubre la fuente de la luz, una alta y barroca lámpara de pie. Al lado hay un gran sillón de un solo cuerpo, el respaldo es alto y tiene volados elegantes, dorados. En él, un hombre de contextura grande, ancho y anciano, yace recostado. La luz no es suficiente para revelar su identidad. Sólo se logra ver la bata de seda bordó, apenas algo que pareciera ser un fino bigote y un elemento en sus manos. Repentinamente el hombre se desploma en el lugar dejando caer el brazo como peso muerto a un costado del sillón y, a su vez, soltando y haciendo cada vez más notoriamente visible el elemento que cae de su mano: un “cubo mágico”. Que sin estar armado correctamente, rueda unos centímetros sin dificultad alguna, pese a su condición obvia de cubo, y al detenerse deja ver que en una de sus caras hay una “F” perfectamente formada con el color rojo. Por el ángulo de la luz, se alcanza a ver otra de sus caras, en la que figura la letra “C”, también en un rojo furioso y perfectamente confeccionada.  
Todo esto, a la vez que el hombre susurra una palabra que no se llega a oír.
     
Supongamos ahora que todo esto no es un mero juego de imaginación sino que, por el contrario, pasó de verdad y está fichado en el registro de las personas bajo el título de: “El hombre del cubo mágico”. Supongamos, y créanme, otra no les queda, que así fue, así pasó y así quedó guardado y sellado en un oficina de estado. 
 
Pero ustedes se preguntarán, y con verdadera razón: ¿quién es ese tipo? ¿Por qué habría de dejar un menaje cifrado? ¿Qué se supone que son esas iniciales? ¿Por qué no usó papel y lápiz como todo el mundo? ¿Qué fue lo que dijo y nadie fue capaz de oír segundos antes de perecer? 

Difícilmente estemos capacitados para responder a estas incógnitas, al menos a esta altura de la historia. Porque para poder entender algo de todo esto, primero tendremos que contarles algo que pasó después. O sea, si trazáramos una línea de tiempo, este hecho estaría bastante antes de nuestra historia. Pero difícilmente entendamos algo. Sobre todo por el vocabulario con el que figura hasta el momento: un lenguaje técnico, extremadamente frío y llano que se maneja en oficinas del estado; morgue, policía federal, registro de las personas, etc.

Al nadie ser capaz de echar ni una mínima luz sobre este asunto, ni siquiera tomándose el trabajo de corroborar que este hombre haya existido de verdad, se lo dejó, tantas veces como se lo tomó, de lado. Al no tener la seguridad de su existencia, ¿cómo se podría conocer las razones de su defunción? o más allá ¿las razones por las que haya dejado escrito esas iniciales en un cubo mágico?
Es de locos.

Frente a tanta vacuidad, incluso se llegó a pensar que alguien había filtrado unos documentos falsos en el registro de las personas. Inventado no la vida, pero sí la muerte de un fulano. Pero al no encontrar patrones de que el documento fuera verdaderamente falso, también se tuvo que descartar esa idea.          

O sea, no sabemos nada, y peor que eso, porque no sabemos si lo falso es falso.
O sea, no sabemos ni lo que no sabemos.
Y qué mejor motor, para empezar a contar una historia, que el desconocimiento de algo o de absolutamente todo.


Después de muchos años un dato intrincado, raro.

Un libro con un nivel de extrañeza elevado apareció de la nada cuyas iniciales del autor respondían a “F” y “C”, ése tal vez era el orden correcto que acusaba el cubo mágico. El misterioso libro insinuaba, muy intrincadamente, que tal vez había una conexión con aquel suceso del hombre que supiera intrigar a tipos fácilmente intrigables.       

De todos modos, si este libro “respondiera” al evento del hombre del cubo...  
¿Sería posible conocer a un hombre hurgando en su pasado? ¿Se puede conocer o entender a alguien estudiando su vida, recopilando datos, armando estadísticas, haciendo balances, gráficos, cuadros sinópticos, etc., etc., etc.? Lejos estamos de algún intento de objetiva obsecuencia.
No. Definitivamente no, y no sólo eso. Más lejos estamos aún de poder conocer algo. 

Pese a ser concientes de nuestras limitaciones nos disponemos de todos modos, y con una obstinación que por un pelo no rosa el capricho, a contarles la historia.

Es quizá el reconocimiento de nuestras debilidades lo que nos impulsa a seguir adelante, más livianos, como quien se saca una pesada mochila y continúa camino, no porque esté seguro sino porque simplemente, y al estar más ligero, camina por caminar, tantea, va con envión, total, qué otra le queda.  

Continúa 

No hay comentarios:

Publicar un comentario